Este 31 de agosto se conmemora en Chile el Día Nacional de las Personas Sordas, una fecha que invita a reflexionar sobre las realidades y desafíos que enfrentan quienes viven con sordera y aquellos que experimentan una disminución auditiva. Sin embargo, es crucial diferenciar entre estos dos conceptos, que aunque relacionados, representan condiciones distintas con implicancias propias. La sordera se refiere a una pérdida total o profunda de la audición, lo que lleva a que la persona no pueda percibir sonidos de ninguna intensidad, obligándola a adaptarse a una comunicación visual, ya sea a través de la lengua de señas, la lectura labial o el uso de tecnologías especializadas. Por otro lado, la disminución auditiva implica una pérdida parcial de la audición que, dependiendo de su grado, puede ser compensada mediante el uso de audífonos, implantes cocleares u otros dispositivos auditivos. Es fundamental que la sociedad comprenda estas diferencias para evitar estigmas y promover una inclusión efectiva. En este sentido, es necesario enfatizar también en la importancia de un diagnóstico temprano, para que todas las personas que vivan con algún grado de disminución auditiva puedan desarrollarse plenamente en todos los ámbitos de la vida. La conciencia y la educación son los primeros pasos hacia una sociedad verdaderamente inclusiva.
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